El aire emocional que nos rodea se está volviendo cada vez más tóxico. Las relaciones sociales y la comunidad se están convirtiendo en espacios vacíos. Conexiones digitales que reemplazan la calidez del contacto humano y la presencia física. La pandemia derivada por el COVID y las nuevas formas de trabajo han terminado por sacarnos de balance.
Casi el 50% de la fuerza laboral está emocionalmente exhausta, frustrada y no siente que lo que hacen marca la diferencia ni tiene un propósito. El agotamiento incluye, pesimismo, irritabilidad, falta de sentido del humor, falta de motivación, ausentismo, baja energía y rendimiento, conflicto, etc.
Es muy “caro” en tiempo, salud y recursos el estar fuera de balance. El desgaste emocional es peligroso para las organizaciones si no atendemos y dejamos que el cuerpo y mente colapsen.
En todo momento habrá algo que nos provoque un desequilibrio, y necesitamos aprender a recuperarnos. Lo que hagamos de aquí en adelante va a marcar nuestro éxito personal, profesional y de los proyectos por los siguientes años.
Hoy es la oportunidad de tener organizaciones saludables y resilientes.